Hace seis años, mi madre murió. Solo tengo leves recuerdos sobre ella, pero se perfectamente que mi vida no era así de miserable en ese entonces. Cada mañana mi padre se va a trabajar y me deja solo en casa, hasta que vuelve a la noche, ebrio y nauseabundo.
Hay días en que no comemos, porque gasta cada uno de sus centavos en alcohol, pero eso no es un problema, puedo soportar noches sin comer. El problema es que a veces vuelve tan demente que no se puede controlar y me golpea: mi cuerpo está lleno de lesiones y heridas causadas por él.
Hubo días en los que no apareció por una semana. Gradualmente, tuve que empezar a cuidarme solo: mentí y robe. Pero eso acabó pronto cuando volvió a aparecer.
Pasaron dos años, dos años de tortura, dos años de tormento, dos años soportando un constante dolor que se repetía todo el tiempo. Estaba agotado y no sabía qué hacer. Así que un día en el que mi padre estaba afuera, me escape, después de pensarlo una y otra vez. Corrí como si un ejército de soldados armados me persiguiese. Fue un momento en el cual por fin, fui feliz, después de tanto tiempo.
Pronto me empecé a dar cuenta de que todo había sido muy rápido, ¿Qué iba a hacer? ¿A dónde iba a ir? Estaba asustado. Pasé la noche en la calle, tenía mucho frío y estaba hambriento.
Al día siguiente seguí mi camino. Era la madrugada, las tiendas estaban abriendo y los trabajadores, recién entrando a las fábricas. Pasé por una panadería y tomé un pan recién horneado cuando el panadero no me veía.
El cielo se tornó gris, y empezó a llover. Lo único que tenía para taparme era un periódico que había encontrado en el piso previamente, pero no tardo en deshacerse.
A lo lejos vi un grupo de niños de mi edad que estaban corriendo de dos hombres con traje que parecían enojados. Los niños doblaron a la derecha por un callejón, los hombres no los vieron y siguieron derecho.
Decidí ir hacia el callejón para ver si me podían brindar algo de ayuda.
-¿Quién eres tú?- pregunto uno de los chicos.
-Mi nombre es Oliver Twist, escapé de mi casa y no tengo adónde ir, esperaba que me pudieran ayudar...
Se voltearon en un círculo y empezaron a hablar, yo solo escuchaba un murmullo. Mientras tanto, los inspeccioné un poco, eran cuatro chicos. Ninguno tenía gorro, excepto el que me había hablado; al parecer, era un líder o algo por el estilo.
Después de un rato, todos se dieron vuelta y el del gorro dijo: “Muy bien, puedes venir con nosotros, mi nombre es John Brown y estos son mis compañero. Ahora tenemos que salir de aquí”.
Fuimos hasta una cafetería cerca del centro de la ciudad y ordenamos comida. Mientras comíamos, John me contó de dónde venían y por qué corrían de esos hombres.
Venían de un orfanato donde los hacían trabajar. Cansados de ser explotados, organizaron un escape. Esos dos hombres eran los directores del orfanato que intentabas devolverlos al lugar. Pero no lo lograron.
Salimos corriendo del bar sin que nos atraparan, eso nos llenó de adrenalina. Caminamos algunas calles, riendo y gritando.
Pasaron los meses, estábamos cada día mas unidos. Siempre tuvimos suerte, conseguíamos comida sin mucho esfuerzo y confeccionamos nuestro propio refugio, era algo primitivo, pero extremadamente cómodo.
A Adam, uno de los otros niños de la pandilla, le ofrecieron trabajo en una zapateria. El dueño del local era un hombre amable que casi siempre nos brindaba ayuda. Nos costo despedirnos de el pero tuvimos que seguir nuestro camino.
Esa misma noche, cuando volvíamos a nuestro refugio, lo encontramos destrozado. Por lo que logramos entender, una obra de construcción se estaba llevando a cabo en ese lugar. Sin hogar, volvimos a sentir que todo comenzaba de nuevo.
Salimos a caminar para encontrar un nuevo espacio para el fuerte. Buscamos toda la noche y no encontramos ningún lugar.
Al día siguiente, hambrientos, intentamos robar una panadería. Pero esta vez, nos vieron. La policía estaba en frente y empezó a perseguirnos. No sabíamos que hacer, intentamos correr, pero atraparon a los otros dos chicos, los únicos que quedábamos éramos John y yo. John tropezó y cayo. Traté de ayudarlo, pero me fue imposible. Logré escapar, pero él no. Me escondí detrás de una taberna, a unos metros de la panadería. Desde ese momento, estaba solo.
Hoy en día vivo con mi propia familia, pero cada día me carcome la idea de qué hubiese pasado si los hubiese salvado, ¿Esos policías los habrán llevado de vuelta al orfanato con los hombres de traje?¿Los habrán lastimado?¿O peor...?
Hay días en que no comemos, porque gasta cada uno de sus centavos en alcohol, pero eso no es un problema, puedo soportar noches sin comer. El problema es que a veces vuelve tan demente que no se puede controlar y me golpea: mi cuerpo está lleno de lesiones y heridas causadas por él.
Hubo días en los que no apareció por una semana. Gradualmente, tuve que empezar a cuidarme solo: mentí y robe. Pero eso acabó pronto cuando volvió a aparecer.
Pasaron dos años, dos años de tortura, dos años de tormento, dos años soportando un constante dolor que se repetía todo el tiempo. Estaba agotado y no sabía qué hacer. Así que un día en el que mi padre estaba afuera, me escape, después de pensarlo una y otra vez. Corrí como si un ejército de soldados armados me persiguiese. Fue un momento en el cual por fin, fui feliz, después de tanto tiempo.
Pronto me empecé a dar cuenta de que todo había sido muy rápido, ¿Qué iba a hacer? ¿A dónde iba a ir? Estaba asustado. Pasé la noche en la calle, tenía mucho frío y estaba hambriento.
Al día siguiente seguí mi camino. Era la madrugada, las tiendas estaban abriendo y los trabajadores, recién entrando a las fábricas. Pasé por una panadería y tomé un pan recién horneado cuando el panadero no me veía.
El cielo se tornó gris, y empezó a llover. Lo único que tenía para taparme era un periódico que había encontrado en el piso previamente, pero no tardo en deshacerse.
A lo lejos vi un grupo de niños de mi edad que estaban corriendo de dos hombres con traje que parecían enojados. Los niños doblaron a la derecha por un callejón, los hombres no los vieron y siguieron derecho.
Decidí ir hacia el callejón para ver si me podían brindar algo de ayuda.
-¿Quién eres tú?- pregunto uno de los chicos.
-Mi nombre es Oliver Twist, escapé de mi casa y no tengo adónde ir, esperaba que me pudieran ayudar...
Se voltearon en un círculo y empezaron a hablar, yo solo escuchaba un murmullo. Mientras tanto, los inspeccioné un poco, eran cuatro chicos. Ninguno tenía gorro, excepto el que me había hablado; al parecer, era un líder o algo por el estilo.
Después de un rato, todos se dieron vuelta y el del gorro dijo: “Muy bien, puedes venir con nosotros, mi nombre es John Brown y estos son mis compañero. Ahora tenemos que salir de aquí”.
Fuimos hasta una cafetería cerca del centro de la ciudad y ordenamos comida. Mientras comíamos, John me contó de dónde venían y por qué corrían de esos hombres.
Venían de un orfanato donde los hacían trabajar. Cansados de ser explotados, organizaron un escape. Esos dos hombres eran los directores del orfanato que intentabas devolverlos al lugar. Pero no lo lograron.
Salimos corriendo del bar sin que nos atraparan, eso nos llenó de adrenalina. Caminamos algunas calles, riendo y gritando.
Pasaron los meses, estábamos cada día mas unidos. Siempre tuvimos suerte, conseguíamos comida sin mucho esfuerzo y confeccionamos nuestro propio refugio, era algo primitivo, pero extremadamente cómodo.
A Adam, uno de los otros niños de la pandilla, le ofrecieron trabajo en una zapateria. El dueño del local era un hombre amable que casi siempre nos brindaba ayuda. Nos costo despedirnos de el pero tuvimos que seguir nuestro camino.
Esa misma noche, cuando volvíamos a nuestro refugio, lo encontramos destrozado. Por lo que logramos entender, una obra de construcción se estaba llevando a cabo en ese lugar. Sin hogar, volvimos a sentir que todo comenzaba de nuevo.
Salimos a caminar para encontrar un nuevo espacio para el fuerte. Buscamos toda la noche y no encontramos ningún lugar.
Al día siguiente, hambrientos, intentamos robar una panadería. Pero esta vez, nos vieron. La policía estaba en frente y empezó a perseguirnos. No sabíamos que hacer, intentamos correr, pero atraparon a los otros dos chicos, los únicos que quedábamos éramos John y yo. John tropezó y cayo. Traté de ayudarlo, pero me fue imposible. Logré escapar, pero él no. Me escondí detrás de una taberna, a unos metros de la panadería. Desde ese momento, estaba solo.
Hoy en día vivo con mi propia familia, pero cada día me carcome la idea de qué hubiese pasado si los hubiese salvado, ¿Esos policías los habrán llevado de vuelta al orfanato con los hombres de traje?¿Los habrán lastimado?¿O peor...?
Mejor, Luciano. Buen trabajo.
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